Tres nuevas investigaciones apoyan las medidas de control de consumo impuestas en Nueva York
Las bebidas azucaradas están «bajo sospecha» desde hace
tiempo. En algunas ciudades de EE.UU., como Nueva York, están en el
punto de mira como uno de los desencadenantes de la pandemia de
obesidad. Ahora, tres investigaciones que se publican en The New England Journal of Medicine (NEJM), aportan nuevos datos que engrosan la lista de evidencias científicas que las señalan como uno de los factores más influyentes en el incremento de la obesidad entre los niños, adolescentes y adultos.
Dos de los estudios, en los que se analizan los efectos de un programa
basado en la reducción de la ingesta de bebidas azucaradas, proporcionan
una sólida base científica para reclamar un mayor control en el consumo
de bebidas azucaradas para tratar de revertir esta epidemia.
La obesidad se ha convertido en uno de los mayores retos de
la salud mundial para el siglo XXI. Su aumento entre los niños y
adolescentes es particularmente alarmante, dado que está íntimamente
relacionada con complicaciones cardiovasculares y el desarrollo de
diabetes tipo 2. España es, a nuestro pesar, uno de los países con una
tasa más elevada de obesidad infantil: un 19% de niños obesos frente al
16% de los EE.UU., un porcentaje que triplica al de hace 30 años.
Además, casi un 39% de la población adulta tiene sobrepeso y un 14,5%
obesidad.
Cambios en nutrición
Se sabe que uno de los factores más determinantes en esta
epidemia han sido los cambios en la nutrición. Y se considera que el
aumento del consumo de bebidas azucaradas es uno de principales
factores: en EE.UU. se han convertido en el primer alimento de aporte calórico
–en algunos casos el 15% de la ingesta de calorías diarias se hace a
través del azúcar que contienen estas bebidas y se calcula que los
adolescentes consumen una media de 375 kcal por cada bebida-. Además,
según el artículo publicado en NEJM, las bebidas azucaradas son pobres
en nutrientes y, a menudo, se asocian con el consumo de alimentos salados y comidas rápidas.
Y, lo más preocupante, dice Sonia Caprio, de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Yale, es que se sabe que promueven enfermedades
crónicas como la diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad coronaria.
Huella en el ADN
La publicación de estos tres nuevos trabajos parece señalar
inequívocamente a los refrescos como uno de los culpables de esta
epidemia. Uno de ellos, realizado en la Escuela de Salud Pública de
Harvard, proporciona una fuerte evidencia de que existe una interacción
entre la ingesta de bebidas azucaradas y una predisposición genética a la obesidad
y al riesgo de obesidad. El informe afirma que aquellas personas con
una mayor predisposición genética pueden ser más susceptibles a los
efectos adversos de las bebidas azucaradas, un claro ejemplo de la
interacción entre genes y medio ambiente.
En los otros dos trabajos se describen los efectos de un
programa diseñado para reducir el consumo de bebidas azucaradas y sus
consecuencias sobre el peso en grupos de niños con peso normal y
adolescentes con sobrepeso y obesidad. El primero, realizado en la
Faculty of Earth and Life Sciences de Amsterdam (Holanda), analizó a 641
niños con peso normal a los que se controló desde los 4 a los 11 años.
Aunque el 26% de los participantes no completaron el estudio, una
limitación importante del trabajo, no obstante, los resultados sugieren
claramente que la sustitución de una bebida que contiene azúcar (104
Kcal.) por una bebida sin azúcar redujo significativamente el aumento de
peso y la acumulación de grasa en los niños con un peso normal.
Reducir masa corporal
Por su parte, el ensayo de la New Balance Foundation
Obesity Prevention Center (EE.UU.) asignó de forma aleatoria a 224
adolescentes con sobrepeso y/o obesidad a un programa en el que durante
un año se sustituyeron las bebidas azucaradas por otras sin azúcar. Los
datos mostraron que, aquellos que participaron en el programa, redujeron
su índice de masa corporal.
En conjunto, los tres estudios sugieren que las calorías
que aportan las bebidas azucaradas son importantes. Pero, no hay que
olvidar, señalan, que no basta con una decisión política que limite el
consumo de estas bebidas. La estrategia, dicen, debe ser global, y debe
incluir otras líneas de actuación, como el fomento de la actividad
física.
Fuente: ABC