viernes, 25 de noviembre de 2011

La obesidad se asocia a depresión y ansiedad



 
Una investigación relaciona la obesidad con ciertos trastornos como la depresión o la ansiedad. Lo que no está claro es el sentido de esa asociación, es decir si la obesidad puede producir estos trastornos, o si son éstos los que podrían favorecer la obesidad.
Un sistema de salud estadounidense, el Group Health Cooperative, ha realizado un estudio en más de 9.000 adultos, con una edad media de 45 años. Entre otras cosas, se obtuvo información acerca de su índice de masa corporal, el padecimiento de distintos tipos de depresión o ansiedad y la dependencia de sustancias como el alcohol o las drogas.

El resultado ha sido concluyente respecto a la relación entre la obesidad y los mencionados trastornos. Concretamente, padecer obesidad supone tener un 25 % más de probabilidades de sufrir o haber sufrido depresión o ansiedad. Por contra, un 25 % menos de riesgo de verse vinculado al alcohol o las drogas.
Sin embargo, los expertos no están de acuerdo a la hora de determinar el sentido de esta relación. Puede ser que la obesidad nos empuje a la depresión o a la ansiedad, o bien la relación inversa: un trastorno del ánimo podría llevarnos a aumentar de peso. Incluso, podrían alimentarse mutuamente, o ser en un sentido en ciertos individuos, y en el opuesto en otros.
De cualquier manera, las personas obesas deberían analizar si sufren depresión. De ser así, tal vez convendría ponerse en manos de un especialista para combatirla. Además de razones obvias de bienestar psíquico, su superación podría ayudarles a bajar de peso.

martes, 22 de noviembre de 2011

Transición de la nutrición y obesidad


En el mundo en desarrollo la obesidad puede considerarse el resultado de una serie de transformaciones de la alimentación, la actividad física, la salud y la nutrición, llamadas en conjunto "transición de la nutrición". Conforme se vuelven más prósperos los países pobres, adquieren algunos beneficios y algunos problemas de los países industrializados. Entre éstos, la obesidad.
Como las zonas urbanas han avanzado mucho más en la transición que las rurales, presentan índices de obesidad mayores. Las ciudades ofrecen una mayor variedad de opciones alimentarias, por lo general a precios más bajos. El trabajo urbano a menudo exige menos actividad física que el del campo. Y como cada vez más mujeres trabajan fuera de casa, pueden estar demasiado ocupadas para comprar y preparar alimentos sanos en el hogar. Se añade al problema que más personas estén trasladándose a las ciudades. En 1900, apenas el 10% de la población mundial vivía en las ciudades. Hoy, esa cifra es de casi el 50%.



Esto no significa que las zonas rurales estén exentas del problema de la obesidad. El incremento de la mecanización del trabajo agrícola se traduce en disminución de la actividad física a la vez que hay más alimentos disponibles, aunque no necesariamente de mejor calidad. Muchos campesinos han abandonado la agricultura de subsistencia en la que se producen diversos cultivos que ofrecen una alimentación más equilibrada a favor de monocultivos comerciales de alto rendimiento. Importación de las costumbres alimentarias

Otro elemento de la transición de la nutrición es la importación cada vez mayor de alimentos del mundo industrializado. En consecuencia, la alimentación tradicional que contenía cereales y hortalizas está cambiando por otros con gran contenido de grasas y azúcar.
Algunos críticos acusan a los países industrializados de producir cortes de carne magros para sus ciudadanos y vender en otras partes la carne grasa restante. Las rabadillas de pavo y la falda de carnero (cortes de piel, grasa y poca carne) se venden, por ejemplo, al mundo en desarrollo, pese a que el 80% de la energía de estos productos procede de la grasa.

Cada vez más obesidad en las ciudades por la oferta más diversa de alimentos y la disminución de la actividad física. Mujer de compras en un mercado de Turquía. (FAO/22457/R. Messori)
  
Y conforme las empresas comercializadoras de carne ven subir los ingresos en el mundo en desarrollo, dirigen su atención a esos nuevos mercados. De México a Marruecos, los mismos alimentos que son un peligro para la salud en los países ricos hoy tientan a los pobres. Otros cambios en la alimentación están dándose sin influencia externa. En China, cuando el ingreso per cápita se cuadruplicó tras las reformas económicas de fines del decenio de 1970, se disparó el consumo de alimentos con alto contenido de grasas. Y mientras los ingresos aumentaban, disminuía el costo de los alimentos grasos. En 1962, una dieta con el 20% del total de energía compuesto de grasas correspondía a un PNB per cápita de 1 475 dólares EE UU. Para 1990, un PNB de apenas 750 dólares EE UU correspondía a la misma alimentación.



En diversos países, la globalización ha modificado el rostro de la obesidad. En México y Brasil, por ejemplo, donde el exceso de peso solía ser señal de riqueza, hoy a menudo indica pobreza. La mayor disponibilidad de alimentos a precios más bajos significa que los pobres tienen acceso a alimentos más grasos. Mientras las capas superiores de la sociedad adoptan formas de vida sanas, los pobres tienen menos opciones alimentarias y un acceso más limitado a educación sobre nutrición. El costo de una mala alimentación

Las personas con peso bajo y sobrante tienen en común elevados niveles de enfermedad y discapacidad, menos años de vida y productividad disminuida. La obesidad aumenta el peligro de enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades del corazón, accidentes vasculares, enfermedades de la vesícula y una variedad de formas de cáncer.
Y el mundo en desarrollo corre el peligro de llevarse la parte del león de la carga cada vez mayor de enfermedades. Por ejemplo, se prevé que entre 1998 y 2025 se duplique a 300 millones el número de personas con diabetes relacionada con la obesidad, y tres cuartas partes de ese aumento corresponde al mundo en desarrollo. En los países cuyos recursos económicos y sociales ya sufren una gran presión, los resultados podrían ser catastróficos.

Fuente: fao.org

sábado, 19 de noviembre de 2011

Piden análisis de colesterol para todos los niños



Ante la epidemia de enfermedades cardiovasculares que enfrenta el mundo, y en particular Estados Unidos donde estos trastornos son la principal causa de muerte, un panel de expertos en ese país está recomendando análisis universales de colesterol para los niños de entre 9 y 11 años.

El colesterol alto es un factor de riesgo de ateroesclerosis que conduce a infarto y ECV.
El grupo, llamado Panel de Directrices Integradas para Salud Cardiovascular y Reducción de Riesgos en Niños y Adolescentes, incluye a médicos y científicos de los Institutos Nacionales de Salud y la Academia Estadounidense de Pediatría.
Los científicos también están recomendando medir los niveles de glucosa para diabetes en niños de 10 años que tienen sobrepeso y otros factores de riesgo de diabetes tipo 2.
Según los expertos, antes de llegar a la adolescencia todos los niños, sin importar su historia familiar o factores de riesgo, deben ser sometidos a análisis de lípidos para medir sus niveles de colesterol LDL o "colesterol malo".
Y posteriormente deben ser sometidos a otra prueba entre los 18 y 21 años, afirman.
"El objetivo de este panel de expertos era establecer directrices basadas en evidencia sobre los riesgos conocidos de enfermedad cardiovascular" afirma el dopctor Stephen Daniels, presidente del Panel y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado en Denver.
"Y ayudar a los servicios de salud pediátrica primaria tanto en la promoción de la salud cardiovascular como la identificación y control de factores de riesgo específicos de la infancia hacia la juventud", agrega.
Cerca de 35% de los niños y adolescentes estadounidenses son obesos o tienen sobrepeso.
Y cifras oficiales muestran que entre 10 y 13% de los niños y adolescentes en este país tienen altos niveles de colesterol.
"Poco chequeados"
Se sabe que el colesterol elevado es uno de los principales factores de riesgo de ateroesclerosis, el estrechamiento de las arterias que conduce a infarto y enfermedad cerebrovascular.
Según el panel, "los factores y conducta de riesgo que aceleran el desarrollo de ateroesclerosis comienzan en la infancia, y cada vez hay más evidencia de que la reducción de ese riesgo retrasa la progresión hacia la enfermedad clínica".
El Panel afirma que algunos estudios en el laboratorio y con animales han demostrado que la mitad de quienes tienen alto colesterol en la adolescencia desarrollan ateroesclerosis siendo adultos.
"Considerando los déficits alimentarios que tenemos con las comidas altamente calóricas, me parece una buena medida empezar a controlar el colesterol en los niños"
Dr. Hernán Prat
El doctor Hernán Prat, cardiólogo del Centro Cardiovascular del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, cree que estos análisis son "una buena estrategia".
"Los niños están siendo poco chequeados y debemos considerar todos los problemas que estamos teniendo de obesidad infantil e hipertensión a edad temprana" dice el experto a BBC Mundo.
"Los pediatras no tienen la costumbre de solicitar exámenes de colesterol y tampoco toman bien la presión ni miden otros parámetros desde el punto de vista biológico".
"Y considerando los déficitis alimentarios que tenemos con las comidas altamente calóricas, me parece una buena medida empezar a controlar el colesterol en los niños", agrega el cardiólogo.
Según el doctor Prat, estos análisis son particularmente importantes en los varones antes de llegar a la pubertad, porque se sabe que una vez llegada la adolescencia es más difícil lograr resultados en este grupo sólo con cambios en la dieta.
El panel de expertos estadounidenses está recomendando ofrecer tratamiento de fármacos reductores de colesterol a los niños a quienes se detecten niveles altos de colesterol.
Según el doctor Prat, "si se detectan cifras altas -en valores que han sido determinados- se debe tomar acción, como cambio de dieta".
"Pero si los niveles altos no responden con dieta hay dos fármacos que ya han sido aprobados para el tratamiento de niños con riesgo familiar de hipercolesterolemia", agrega el experto.
No funciona
Hasta ahora la recomendación en Estados Unidos era que sólo los niños con un historial de riesgo de enfermedad cardiovascular, o aquéllos con sobrepeso u obesidad, fueran sometidos a análisis.
Pero este enfoque, dicen los expertos, no está funcionando.
"El escrutinio previo de analizar sólo a la población en riesgo no ha percibido a más de 50% de los niños con colesterol alto" expresa el doctor Patrick McBride, otro de los autores de las directrices.
"La ateroesclerosis comienza muy temprano en la vida, incluso en la infancia en los niños con problemas genéticos de colesterol. De manera que el incremento en el escrutinio es un paso necesario".
Las nuevas recomendaciones aparecen en la revista Pediatrics y serán presentadas durante la conferencia anual de la Asociación Estadounidense del Corazón que se celebra en Orlando. 

Fuente. BBC