Tras los avances alcanzados en los últimos años para erradicar el hambre en Argentina, los expertos señalan que el nuevo reto es mejorar la calidad nutricional de la dieta local, poco variada y escasa en frutas y verduras.
"En Argentina, la dieta es monótona y desequilibrada, puesto que 85 por ciento de lo que se consume viene de cinco alimentos: carne vacuna, trigo, papa, leche y azúcar", explicó el nutricionista Sergio Britos, profesor de la estatal Universidad de Buenos Aires.
Los que incorporan frutas o verduras se limitan a una variedad restringida, que no se condice con la gran diversidad de la oferta que, de consumirse, permitiría incorporar más ricos y diversos nutrientes, añadió.
Esta cultura alimentaria obliga a replantearse los desafíos nutricionales, apuntó. "Hoy, más importante que la cantidad es la calidad de la dieta", alertó, para luego recalcar sobre los altos índices de sobrepeso y obesidad que se registran en la población adulta e infantil.
"Tenemos una población de 40 millones de personas y producimos alimentos para 440 millones, pero aún hay brechas para alcanzar un patrón alimentario saludable, balanceado", remarcó.
El experto nutricionista recordó que debido al intenso reparto de comida, en los últimos años "resta bastante poco" para erradicar el hambre, aunque persiste 1,5 por ciento de niñas y niños desnutridos. Los problemas mayores son ahora por exceso, dijo. Según el último registro, entre adultos, más de la mitad tiene sobrepeso u obesidad en tanto la proporción de niños con estos déficit nutricionales es de un tercio. Hay además síntomas de falta de calcio, hierro, vitamina A y otros nutrientes.
"Estos son los nuevos problemas que nos preocupan y que están en crecimiento", subrayó. Esos déficit, recordó, tienen luego su correlato en el aumento de casos de diabetes, hipertensión arterial, enfermedades coronarias y cáncer.
Por su parte, Olga Ramos, quien presidió este mes el Congreso Nacional de Nutrición bajo el lema "Nutrición saludable para Todos", indicó que un camino para cambiar los malos hábitos es el de la "educación alimentaria a nivel escolar, que debe ser continua y a través de medios masivos".
Britos sugirió trabajar en lo que se considera como "los 1.000 días críticos" que van desde el embarazo hasta los dos años de vida del niño o niña.
Recomienda la buena alimentación en el embarazo, la lactancia exclusiva en los primeros seis meses del bebé y la buena calidad de los alimentos que se introducen en la dieta del niño a partir de ahí.
"Tres meses que se tarde en incorporar la carne y ya tenemos ahí una ventana para la anemia que, por sí sola no es un problema grave, pero que sumado a otros configuran una historia de vida donde pueden registrarse problemas de aprendizaje", alertó.
En esas campañas, que son una "asignatura pendiente" en este país según Britos, se debería recordar que hay cinco grupos de "alimentos protectores" de la salud, que son las carnes, el huevo, la leche, las frutas y las verduras, enumeró la licenciada.
Esa dieta debe ser complementada con alimentos energéticos como cereales y legumbres (arroz, pastas, lentejas, fríjoles), y no al revés, sostuvo Ramos, que trabaja en la unidad de Nutrición y Diabetes del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde, de Buenos Aires.
"Hace falta incorporar más frutas y verduras, carnes blancas y cereales integrales", precisó la nutricionista. Coincidió con los especialistas del congreso reunido en agosto en Buenos Aires en remarcar estas falencias a la hora de comer.
Los expertos reunidos en Buenos Aires propusieron en esta instancia lanzar la campaña "Nutrición 10 Hambre 0", que sugiere que, una vez erradicados los problemas de desnutrición mejorando el acceso a la comida, se debe intervenir para promover la calidad y variedad de la dieta.
En relación a otros países de América Latina, Britos consideró que Chile y Uruguay, si bien tienen problemas, están encarando políticas de Estado en la materia "iniciando un camino hacia mejores hábitos". También Brasil lo está intentando, dijo.
Ramos, a su vez, sostuvo que aún con diferencias, las clases sociales "de mayor riesgo" de América Latina llevan una dieta con excesos de almidones y grasas, sobre todo en las ciudades, y pobre en frutas, verduras y carnes.
Una encuesta encargada por el Ministerio de Salud que acaba de publicarse en Chile indicó que las brechas alimentarias en ese país están relacionadas con la procedencia socio-económica.
Los sectores más altos en la escala social comen más frutas, verduras, carnes y lácteos, mientras que los más pobres consumen mayores cantidades de pan y legumbres (lentejas, porotos (fríjoles), garbanzos y otros).
No obstante, el estudio indica que en Chile, donde se difundió una intensa campaña para promover el mayor consumo de frutas, 50 por ciento de la población cumple con la recomendación de cinco porciones diarias de este tipo de alimentos.
En cambio en Argentina, falta justamente fomentar el consumo en este rubro, que se debe incrementar al menos en 50 por ciento, según los expertos, para incorporar nutrientes que previenen la diverticulitis (inflamación de un divertículo), la constipación, el colesterol alto, la obesidad, la hipertensión y el cáncer.
Fuente: IPS