El alcohol del fin de semana deja huella en el ADN de los jóvenes
El
consumo nocivo de bebidas alcohólicas es un problema de alcance
mundial, y representa un importante problema de salud, social y
económico. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el
alcohol causa 2,5 millones de muertes al año en todo el mundo, de ellos
320.000 son jóvenes de entre 19 y 25 años, y causa daños que van más
allá de la salud física y mental del bebedor.
En un estudio que
comenzó en México con la colaboración de estudiantes universitarios se
analizó el efecto de la ingesta de alcohol los fines de semana en los
lípidos que forman la membrana de las células y en el material genético
de estas, es decir, en el ADN. Hasta ahora nunca se había documentado daño sobre el empaquetamiento del material nuclear en estadios tempranos de alcoholismo,
quizá porque la mayoría de los estudios se realizan en etapas tardías,
con personas que llevan consumiendo alcohol de forma adictiva durante
muchos años. Los resultados han sido publicados en la revista Alcohol.
La idea de estudiar el efecto oxidativo de la ingesta de alcohol los fines de semana surgió cuando la investigadora Adela Rendón, que
ahora es investigadora en la Universidad del País Vasco, daba clases de
Bioquímica Clínica en el Instituto Politécnico Nacional en México. Muchos de los estudiantes que acudían a clase los lunes a primera hora mostraban falta de atención y malestar generalizado, consecuencias de haber bebido alcohol durante el fin de semana.
La
investigadora les propuso estudiar los efectos que tenía en su
organismo ese consumo de fin de semana que los estudiantes creían
inocuo. Los estudiantes se involucraron en el proyecto, en el que
también participó el investigador Jesús Velázquez
(Universidad Autónoma de Nayarit, México) y, tras completar los
requisitos administrativos pertinentes y obtener la colaboración de
diversos expertos en encuestas y análisis, definieron el objeto del
estudio: el daño oxidativo producido por del consumo de bebidas alcohólicas en personas jóvenes.
La investigadora Adela Rendón. (UPV)
El experimento
Los
estudiantes se dividieron en dos grupos: el grupo de control lo
formaban los jóvenes que no bebían alcohol y el grupo de estudio los que
bebían los fines de semana. Para comprobar que se trataba de personas
sanas sin otro tipo de enfermedades o adicciones que pudieran alterar
los resultados del estudio, se realizaron análisis de sangre. La
edad de los jóvenes oscilaba entre los 18 y los 23 años, y el consumo
medio de alcohol era de 118 g, litro y medio de cerveza, por ejemplo.
Los jóvenes que bebían tenían un daño celular cinco veces mayor que los abstemiosSe
midió la actividad de la enzima alcohol deshidrogenasa, responsable del
metabolismo del etanol a acetaldehído, acetoacetato y acetona. El daño
oxidativo se evalúa por un ensayo bioquímico TBAR´s (especies que
reaccionan al ácido barbitúrico), y refleja la lipoperoxidación que
sufre la membrana por efecto tanto del etanol en la sangre como del
acetaldehído producto de la acción de la enzima sobre el etanol. Por
tanto, existen por lo menos dos vías por las que se forman radicales libres que pueden deteriorar la integridad de la membrana celular.
Aunque los investigadores esperaban encontrar daño oxidativo, el resultado les llamó la atención, según comenta Adela Rendón. “Observamos que los que bebían tenían dos veces más daño oxidativo que el grupo que no consumía alcohol”
y decidieron continuar con una prueba para evaluar si el ADN también se
veía afectado: el ensayo cometa. Extrajeron el núcleo de las células
linfociticas de la sangre y lo sometieron a electroforesis. “Lo
interesante es que si la cromatina no está bien compactada, si hay daño
en el ADN, en la electroforesis deja un halo”, lo que denominan “cola de
cometa”. Y, en efecto, la cromatina del grupo expuesto dejaba un
pequeño halo, mayor que la del grupo de control. Para ser exactos, los
resultados mostraron un daño en el 8% de las células en el grupo de
control y en el 44% en el grupo expuesto. Por tanto, el grupo expuesto
tenía 5,3 veces más células dañadas.
Para poder afirmar la
existencia de un daño relevante en el ADN la longitud de la cola de
cometa debe ser mayor que 20 nm, y no era el caso. “Afortunadamente”
comenta la investigadora, “pero es que no debería haber daño alguno, porque llevan muy poco tiempo consumiendo alcohol,
no han estado expuestos de forma crónica”. La vía por la cual el
alcohol llega a alterar el ADN no se conoce todavía. Ese será el
siguiente paso: estudiar el re-empaquetamiento de la cromatina y el
comportamiento de mecanismos tan complejos como las histonas en estos
individuos.
“Cuando hablamos de alcoholismo juvenil nos referimos a jóvenes que beben alcohol sin llegar a ser adictos. La adicción implica una cuestión más compleja social y psicológicamente hablando. Este es un alcoholismo social” comenta la investigadora, “pero que a la larga causa daño, y hay que tener conciencia de eso”.