Si ante el escaparate de una panadería siente un deseo irresistible de abalanzarse sobre un jugoso donut de chocolate, no culpe a su falta de autocontrol. Es el cerebro el que manda, según acaba de revelar un estudio realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Northwestern.
En un experimento con varios sujetos a los que se había dejado comer hasta saciarse, el psiquiatra y neurólogo Marsel Mesulam comprobó que, tras un atracón, nuestro cerebro permanece impasible ante las imágenes de donuts y otros suculentos dulces. Sin embargo, después de 8 horas de ayuno, esas mismas imágenes producen una reacción inmediata de nuestro sistema límbico, la parte del cerebro más ancestral que compartimos con los reptiles. “Esa región cerebral detecta los estímulos importante. Dice ‘no sólo tengo hambre, aquí hay comida’”, explica el investigador. A continuación, según revelaron las técnicas de neuroimagen, son las neuronas espaciales las que se deben ponerse en marcha para conducirnos (o no) hasta el objeto de deseo.
"Existe un sistema muy complejo en nuestro cerebro que nos permite concentrar nuestra atención en los elementos del entorno que son importantes para satisfacer nuestras necesidades, por ejemplo la comida cuando tenemos hambre, pero no cuando estamos saciados”, explican los autores del estudio en la revista Cerebral Cortex. Algo similar ocurre si estamos en un bosque y escuchamos un crujido. “En este contexto prestamos inmediatamente toda la atención, porque puede ser una señal de peligro”, asegura Mesulam. Sin embargo, ese mismo sonido en la oficina no generaría ninguna respuesta cerebral. “Una de las principales misiones del cerebro es adecuar nuestra respuesta al contexto”, concluye Mesulam.
fuente: muyinteresante