Las hormonas que controlan nuestro apetito pueden revelar nuevas maneras de luchar contra la obesidad, de acuerdo con un grupo de científicos que analiza cómo el cerebro ayuda a regular lo que comemos.
Marilyn Walsh, una londinense de 38 años y 133 kilos, sintió que había perdido la batalla contra su peso y tenía cierto aire fatalista sobre su futuro."Mi tío pesaba 222 kilos", dijo. "Sufrió por cuenta de su peso toda su vida: tuvo problemas en sus piernas, dejó de caminar, desarrolló diabetes y tuvo muchos otros problemas. Y sí, murió por su peso".
Con el antecedente claro de su tío, ¿por qué Marilyn no era capaz de reducir su peso con dietas?
"Sería un poco como preguntar por qué un alcohólico no puede dejar de beber o por qué un fumador no puede dejar de fumar. Es exactamente igual", dijo esta ama de casa.
"Es algo que he tenido toda mi vida. Siempre estoy con hambre y siempre quiero comida".
Deseo constante
Todo el mundo sabe lo que se siente tener hambre, pero no todos pueden entender lo que significa tener un deseo constante de comida e incapacidad para sentirse satisfecho, de la manera en que lo describió Marilyn.¿Pero qué es lo que es tan distinto en personas como esta británica?
En los últimos seis meses, Marilyn se sometió a una operación para reducir su peso, pero no sólo ella salió beneficiada. De paso, el procedimiento ayudó a revelar algunos aspectos sorprendentes sobre los mecanismos que controlan nuestro apetito.
En 2001, la unidad de investigación en Imperial College descubrió pistas clave. Identificaron dos hormonas previamente desconocidas llamadas PYY (péptido YY) y ghrelina, que parecen jugar un papel en nuestras sensaciones de llenura y hambre.
La ghrelina se vinculó con la sensación de hambre y el PYY, con la llenura.
"Esto comenzó totalmente un nuevo capítulo porque por primera vez entendimos que la barriga puede hablar con el cerebro e influenciar cuán hambrientos o llenos estamos", dice Le Roux.
Le Roux encontró que la concentración de hormonas del hambre es en algunos casos significativamente diferente en muchos pacientes obesos, si se compara con personas delgadas.
Su PYY, que debería decirles cuándo parar de comer, no funciona bien. En vez de ello, sus hormonas están generando que se sientan siempre hambrientos, tal como lo describió Marilyn.
Intervención drástica
"Siempre estoy con hambre y siempre quiero comida."
Marilyn Walsh.
El procedimiento quirúrgico consistió en cortar su estómago en dos partes y conectar sólo la parte más pequeña a su intestino delgado. En términos prácticos, su estómago pasó de tener el tamaño de un puño al de un pulgar.
Es una operación drástica. Por un lado, ella nunca podrá volver a comerse un plato completo. Por el otro, afectará su peso de manera radical.
Pero Le Roux tenía una intención adicional cuando hizo la operación. De acuerdo con su investigación, este procedimiento tiene un efecto secundario poderoso e inesperado.
Además de reducir el estómago del paciente, la operación también reorganiza el balance de las hormonas.
Lo que significa que, por primera vez en su vida, Marilyn está en capacidad de dejar de pensar como una persona gorda y pensar (y comportarse) como una delgada.
Actividad cerebral
Algunas semanas después de su operación, Marilyn ya había perdido más de 25 kilos. Pero lo que parecía más importante era cómo había cambiado su gusto."Ya no me gusta lo dulce ni lo grasoso. Lo grasoso no me apetece más", dice.
"Y la grasa en el paladar, eso era horrible. Tratar de eliminar eso toma mucho tiempo".
""Los pacientes dicen: 'doctor, ¿acaso dónde fue la operación? ¿Operaron mi estómago o mi cerebro? Pues yo ya no me siento con hambre. Cuando sí como me siento lleno, y todos esos cambios han ocurrido verdaderamente en mi cabeza'"."
Carel Le Roux, Hospital King's College, Londres
"Los pacientes dicen: 'doctor, ¿acaso dónde fue la operación? ¿Operaron mi estómago o mi cerebro? Pues yo ya no me siento con hambre. Cuando sí como me siento lleno, y todos esos cambios han ocurrido verdaderamente en mi cabeza'".
La siquiatra Samantha Scholtz ha estado investigando cómo el cerebro responde frente a diferentes tipos de comida.
Les muestra a sus pacientes imágenes de comida "saludable" y "no saludable" mientras una resonancia magnética mide cómo reacciona el cerebro.
Encontró que los pacientes obesos tienen una actividad cerebral considerable. Áreas del cerebro estimuladas incluyen la corteza orbitofrontal -asociada con la retribución- y otras áreas asociadas con la adicción y con una respuesta emocional a la comida.
Pero lo que sorprendió fue cómo esa respuesta cambió en pacientes que habían tenido una operación de bypass gástrico. Su actividad cerebral cambió totalmente.
En efecto, con la operación de bypass gástrico estamos cambiando fundamentalmente el cerebro de una persona", dice Scholtz.
"Su reacción al ver comida con muchas calorías es diferente, y eso es lo que en últimas impulsaría sus decisiones de comida para que puedan dejar de tener esa pelea con los alimentos".
La cirugía gástrica es una intervención drástica, además de controvertida. Pero Le Roux cree que en unos pocos años puede ser posible que se cambie la forma en que las personas obesas responden a la comida.
"Tal vez podamos usar otros métodos. Podemos poner cosas en el intestino grueso o podemos usar inyecciones o pastillas que hagan lo que ahora están logrando las operaciones. Si hacemos eso, eso abre toda la ciencia de la obesidad".
Fuente: BBC Horizon